jueves, marzo 6

HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS • SANTIAGO DE CHILE, 1979


licenciado en literatura. doctor © en filosofía mención teoría del arte. sus libros de poesía editados entre el 2001 y el 2003 aparecen reunidos en [guión] (lom: stgo, 2008), que es el primer volumen de su trilogía la divina revelación; [coma] (mantra: stgo, 2006; 2º edición al portugués, en preparación) es el volumen siguiente y reúne su trabajo poético del 2004 al 2006. además han aparecido los siguientes libros recopilatorios de sus textos putamadre (zignos, lima, 2005); ay de mí (ripio ediciones: stgo, 2006), la poesía chilena soy yo (mandrágora cartonera, cochabamba, 2007), segunda mano (zignos, lima, 2007) y a 1000 (lustra, lima, 2008). textos suyos aparecen en diversas antologías y revistas en latinoamérica, eeuu, españa y alemania. algunos han sido traducidos al inglés, portugués, francés, catalán, holandés, alemán y vasco. ha sido invitado a festivales de poesía y a presentar sus libros en alemania, argentina, brasil, chile, ecuador, méxico y perú. ha sido becario del consejo nacional del libro y la lectura como ensayista (2003) y como poeta (2006), del fondart para realizar su doctorado (2004 y 2005), de la fundación pablo neruda (2005) y de la fundación andes (2005). escribe regularmente sobre literatura, subjetividad, cultura, arte y género. su trabajo poético se ha cruzado con música, fotografía, instalaciones y diversas realizaciones audiovisuales. ha dirigido varios proyectos editoriales, hace performances y acciones de arte, collages en papel, ilustraciones, guiones y obras de teatro en pequeño formato. es el director general de los encuentros latinoamericanos de poetas en santiago de chile “poquita fe”. sobre el autor: http://letras.s5.com/archivohhernandez.htm.





EL CIELO PARA TI
(fragmentos i y ii)

1.

Las palabras al revés tienen pelos hirsutos,
ojos saltones y garritas engarfiadas,
se juntan en las noches cuando un desprevenido lector
las mira de soslayo y cree que de ellas es luz
lo que sus ojos atrapan, pero no se dan cuenta
que lo único que representan es la ficción de su apariencia
porque las palabras por más que no quieran decir lo que dicen
sudan un olor gramatical que convierte toda lectura
en una fiesta de disfraces donde no se sabe
que es quien
ni quien es algo.

En la oscuridad de esa luz
aparición y delirio.

Un chico baila en la mitad de la pista
y se le caen los brazos y los pies,
queda desnudo
y ahí mismo
dos lágrimas ruedan por su espalda.

Todos lo miramos
y ese chico es un poema me dicen al oído.

No me atrevo a bailar con él
porque es hermoso
y cada paso que da
es una señal de muerte para irnos juntos
y no regresar jamás.

Ahora me tomo una cerveza
que concentra toda la luz del sol sobre los campos magnéticos
- he ahí un secreto -

Mi chico es el último de una nueva generación
de esperanzas colectivas,
la noche lo hace decir cosas que jamás pensó
y su dolor es tan tierno
que uno quisiera también sufrir como él.
Todos sus vicios son uno solo
querer hacer de la poesía su propia vida
en un gesto que evoque
lo que alguna vez fue el primer grito de la humanidad.

Su corazón es la capital de su propio reino
que es un jardín de los delitos
donde todas las sensaciones florecen de noche
y el color y el perfume
son un castillo hecho de piel y pelos:
es él.

Yo me veo en ese poema.

Me fascino en contemplar como todo lo que le rodea
no puede dejar de dar vueltas
y nadie le atrapa al pronunciar.
Su devoción es saberse al margen de todo lo que en otros
produce silencio,
pero él escribe con las palabras al revés
y su fiesta de disfraces es su circo en miniatura
donde juega desde que se olvidó de la eternidad
y halló algo más hermoso y perecible
que verse en un espejo,
o sea, ver el espejo.


2.

La insistencia de los cuerpos
en proyectar a contraluz su pasado
aún cuando sea de noche
y las estrellas sean la única intuición.

El fuego de unos ojos o de un volcán
que es también un ojo
para ver que el firmamento estuvo acá abajo
de estos pies que regresan
al polvo que llevan consigo.

Esa tierra era un amanecer y un desnudo.

Debo de saborear la astucia de esto que comienza aquí
y entender que unos labios que se unen
como un relámpago frente a sus ojos
pueden horadar el subsuelo celestial
y con miradas escribir en el aire
todo lo que no podemos aún decirnos.

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