lunes, marzo 10

ALEJANDRO MARRE · SALVADOREÑO-GUATEMALTECO, 1978


escritor y artista visual. sus poemas aparecen en los proyectos autohomicidio semántico (editorial mundo bizarro, 1998), terrorismo moral y ético (editorial mundo bizarro, 1988), tanta imagen tras la puerta (editorial de la universidad rafael landívar 1999), voces de posguerra (embajada de suiza, 2000), y ha publicado times new roman punto 12 (editorial cultura, 2005). ganador en el festival de cine y video centroamericano icaro, edición 2005, ategoría video-clip, por la dirección de tu vida de la banda de rock guatemalteco radioviejo.




Digo yo soy
y el cosmos responde

con una pólvora de instantáneas gratuitas,
me gano la vida sonriendo,

llorando,

diciendo que sí
cuando todos dicen que no.




Dejaré la esclavitud y el televisor,
las cadenas de supermercados y la locura.
Iré despacio como un criminal sin nervios,
experto, en su crimen sin palabras.
Seré el amuleto de los magos,
la peste de los creyentes.
El amigo de los niños.
Seré el tiempo sin historia,
la manga más larga
el elevador sangrando de soledad
y los perros despertando a medio mundo...
Dejaré la esclavitud y las revistas,
el alcohol y las cortinas.
El reloj de pulsera y los planes posteriores...
Dejaré tu secreto en el mundo
y tus risas en el bolsillo.
Seré tan sólo un otro como

cualquiera de los otros.
another who bite the dust…




De otros poemas está hecha la historia,
de las palabras sueltas que no cabían en los libros,
de silencios entredichos o de condenas migratorias
que se volvían tachones o memorias elucubradas
sin sentido en una noche sin trama.
Las líneas abiertas de las personas sin quehacer.
El pecho cerrado o la falta de respiración,
los antihéroes caminan lentamente
en el borde de las denominaciones
y sus musas arrancadas sin espera
no esperan por ellos en el clímax de la historia.
Quedan cosas inconclusas,
palabras que no diremos jamás,
verbos sin uso y pasajes sin moraleja.
Allí una fábula sin animales, ni criaturas míticas,
el lápiz vulgar que se hace divino por repetir,
seducir al silencio,
escapar de la página en blanco
que nos aleja cada vez más de la realidad calma.
Rascarle las costras al lenguaje, sacarle punta al lapicero,
abrir la boca sin abrirla
esperando a una centena de hombres lobo
que nos escuchan y nos entonan.
El ejército de los niños de los ojos abiertos
que tienen hambre de verdad
o el apetito voraz de los que leen y subrayan. No lo se,
habría que preguntarle a un poeta.

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